«Tirso Esteve: Durante mucho tiempo pensé que para hacerme valorar en la vida tenía que aportar a los demás experiencias exóticas, heroicas, sorprendentes, originales y genuinas. Pensaba que tenía que ser el más de lo que fuera aunque fuera ser el más triste y el más malo. Fui una especie de coleccionista de experiencias y un inventor de historias; también de mentiras, mentirijillas. Esto me llevó en diversas épocas a desarrollar trabajos que ni sabía hacer ni me interesaban, a no ser que fuera por esa ansiosa necesidad del reconocimiento. Lo importante era llenarme por la mirada de los otros. Aprendí el lenguaje de los mundos del crecimiento personal, el de algunos movimientos espirituales, experimenté caminos que proponen algunos chamanes, en el Amazonas y otros lugares, encontré a muchos que como yo buscábamos un poco de sentido para esta vida, pero me costó entrar en las experiencias a las que yo antes les ponía palabras. Seguí a mucha gente para que me arreglaran la vida, incluso quise creerles sin creerles. Cada vez que encontré a otros coleccionistas de experiencias, me despertaron grandes crisis de rabia. Siempre había alguien con algo más sorprendente. Me di cuenta que perseguir lo exótico antes que la felicidad tiene un gasto de energía que enferma y deprime.

Diego Enrique Osorno: ¿Cómo adquiriste la consciencia sobre esto?

TE: A veces decidimos demasiado por lo que nos apetece más que lo que es bueno para nuestra vida a largo plazo… Nadie nos ha enseñado a leernos dentro. Algunos entienden eso como hacer lo que nos da la gana, sin embargo, cuando conseguimos entrar en esa observación de nosotros, nos damos cuenta de que hay una riqueza inmensa, que va más allá de lo que nuestra mente puede comprender. En nosotros hay lugares tranquilos que están unidos con todo.

DEO: ¿Cómo ocurrieron estas crisis en ti?

TE: Según mi experiencia, las peores crisis vienen de malas decisiones, de decisiones con poca consciencia, de decisiones que tienen como objetivo el ser vistos y valorados por otros más que el sentirme visto y valorado por mi: decidir a partir de mis imágenes de lo que es el éxito sin tener en cuenta mis cualidades intelectuales, físicas, espirituales, sin ni siquiera creer que es posible vivir tranquilamente feliz, sin querer ser otra cosa que la que soy…»

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